Con un territorio de 3.761.274 km², Argentina posee una riqueza natural sobresaliente, en la que coexisten montañas y praderas, bosques y desiertos, selvas y estepas, glaciares y cataratas. No hay paisaje imaginable que no pueda hallarse en Argentina.
Entre toda esta diversidad de ecosistemas, también hay regiones muy favorables al cultivo de la vid. Con pocas excepciones, el mapa vitivinícola de la Argentina cubre un área vasta al oeste del país, de Norte a Sur entre los 22° y los 42° latitud sur, a lo largo de los Andes. En esta región hay más de 221.700 hectáreas de vides.
Las regiones vitivinícolas argentinas, situadas en amplios valles o laderas, poseen características bien diferenciadas. La más importante de ellas es la altitud. Por la proximidad de los Andes, la vitivinicultura se desarrolla en las laderas, desde los 300 hasta los 2400 metros sobre el nivel del mar. Esto les da un carácter único en el mundo: no solo los viñedos están ubicados a la mayor altitud conocida en la vitivinicultura sino que, además, la altitud promedio está por encima de los 900 metros sobre el nivel del mar, lo cual no tiene parangón en el resto del mundo.
Otro aspecto distintivo de los viñedos argentinos es su salud natural, gracias a las bondades del clima seco, que hace que las enfermedades de la vid sean infrecuentes aquí. Por lo tanto, se requiere muy poco tratamiento contra ellas. Los sistemas de irrigación, a su vez, permiten regular la fertilidad del suelo al aprovechar el agua de deshielo de los Andes.
El cielo, nítido casi todos los días del año, provee abundante luz solar que permite alcanzar niveles altos de maduración, pero convenientemente balanceada con una amplitud térmica considerable.
Como información adicional, y sin embargo importante, está el hecho de que casi todos los viñedos se encuentran lejos de los centros urbanos, lo que permite evitar el contacto con la contaminación. El suelo en el que crecen estos viñedos es joven, fértil y ha sido muy poco cultivado. Esto garantiza rasgos únicos en los vinos, que se traducen en colores intensos, aromas profundos y sabores frutales pero con gran cuerpo.
Por la aridez y la sequedad de la geografía que las rodea, la gente llama “oasis” a las regiones vitivinícolas en Argentina. Cada uno de estos “oasis” está a su vez dividido en regiones y subregiones, en una estructura bien definida.